¡Aleluya, Jesucristo ha resucitado!
Estamos en tiempo de pascua. El tiempo pascual es nuevamente una oportunidad para dar ese paso de la duda a la fe, de la traición de Judas a la sinceridad en las relaciones con los demás, de las negaciones de Pedro a la aceptación de la verdad, de la muerte a la vida y de la pasividad a la acción. Disponemos ahora de “cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés; y estos días han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como “un gran domingo”, (Cfr. Calendario litúrgico, págs. 8 y 9).
El tiempo pascual es acción, es decir, hay que demostrar con hechos concretos que Jesús ha resucitado y que, por supuesto, creemos en su resurrección. No es un tiempo para seguir dormidos ante los desafíos que nos plantea la vida. Los retos que nos plantea la sociedad actual deben ser asumidos con coraje y sin miedo, tal como los asumió Jesús durante su tiempo en este mundo.
Muchas veces dar fe de la resurrección de Jesucristo implica pasar por tragos amargos. Pero el mismo Jesús nos dio el ejemplo, puesto que tuvo que experimentar en su propia vida insultos, salivazos, una corona de espinas y una crucifixión. El sufrimiento y el dolor experimentados en su pasión lo condujeron a su resurrección. Por lo tanto, por si alguna razón estamos pasando por tragos amargos, no dudemos que después de esa experiencia de vida, vamos a poder experimentar en carne propia un verano desbordante en donde disfrutaremos de la luz del sol.
¡Ojalá! los políticos y quienes desempeñan puestos de gobierno en nuestro país, ahora que estamos en tiempo de resurrección, resuciten la verdad, la coherencia y su amor por Guatemala. Da tristeza ver la manera cómo se desempeñan algunos políticos en nuestro país, sobre todo el Ministerio Público. Si lo que publican los medios de comunicación es veraz, la verdad es que ese organismo apesta a chucho muerto. Pero no sólo el MP, sino que hay otros espacios en la sociedad guatemalteca, en donde urge resucitar valores.
Y algunos cristianos dentro y fuera de la iglesia, como se dice popularmente, “no cantamos tan mal las rancheras”, porque decimos una cosa y hacemos otra. Las divisiones debidas a la manera de pensar, aún persisten. A veces, como que prevalece más el interés particular sobre el interés comunitario y eclesial. Nos fastidiamos unos a otros, porque nuestro corazón está lleno de odio, ira y resentimiento.
Urge resucitar un estado de ánimo positivo para asumir la vida con optimismo, hay que resucitar el buen humor en nuestras relaciones interpersonales, hay que resucitar el amor en los grupos e instituciones, hay que resucitar valores como el respeto y la paz universal. La única manera de construir una civilización del amor y una cultura de vida entre los seres humanos, es resucitando la bondad y la misericordia que Jesús nos ha manifestado muriendo y resucitando por todos. En conclusión, resucitemos una nueva manera de pensar. A veces, esa mentalidad negativa y confrontativa nos lleva al desastre. Resucitemos nuevos sentimientos. Si continuamos con ese odio guardado en el corazón, seguiremos deshumanizándonos cada día más. Sólo así nuestras acciones serán constructivas. ¡Felices pascuas de resurrección!
P. Orlando Pérez
Sacerdote católico, Licenciado en Teología, Licenciado en Psicología General, catedrático universitario, con una maestría en Docencia Superior Universitaria.
Palabras de motivación para cerrar el año
Mirar hacia el nuevo año desde la inteligencia emocional no implica prometer una vida perfecta, sino comprometerse con una relación más sana con uno mismo.
Estamos a pocos días de terminar el 2025, y el cierre de año conlleva un examen de lo que hemos logrado y en lo que hemos fallado. Seguramente muchos empezamos el año con distintos propósitos, pero no todos fueron cumplidos y esto puede frustrarnos cuando hacemos esta evaluación y recuento de los logros.
En medio de una nueva lista de propósitos y en donde aparezcan de nuevo algunas metas que venimos arrastrando y que no logramos cumplir, recordemos que terminar cada año y empezar uno nuevo no significa cumplir a la perfección la lista con cada uno de los logros, sino que los logros que cumplimos fueron a conciencia, con aprendizajes que nos dejaron marcados y con un acto de amor propio.
Motivarse a sí mismo no significa juzgarse y negar lo que fue difícil en este año; también requiere reconocer lo que sentimos y validar nuestras emociones con lo que vivimos. Además, es abrazarnos y mirarnos con compasión y reconocernos porque al menos lo intentamos, que el miedo no nos detendrá en el próximo año y seguiremos trabajando.
Para este cierre de año, una palabra importante es la aceptación, lo cual no significa resignarse, sino reconocer que debemos hacer más, cambiar las estrategias y las herramientas para que en el 2026 sí logremos esa meta propuesta.
En estos últimos días, es tiempo de autorregularse, disfrutar de la familia y amigos, descansar, celebrar, aceptar, reconocer, evaluar, sonreír, sentir paz, agradecer, fortalecerse e impulsarse para iniciar el próximo año con motivación.
Algo importante es tener propósitos realistas, entendiendo que ya fallamos y aprendimos, que tenemos mayor conciencia emocional, nos conocemos mejor y sabemos que no somos perfectos, sino más auténticos.
Mirar hacia el nuevo año desde la inteligencia emocional no implica prometer una vida perfecta, sino comprometerse con una relación más sana con uno mismo: escuchar las emociones, poner límites, pedir ayuda cuando sea necesario y celebrar pequeños avances.
Crysta Nowell
Psicóloga Industrial / Organizacional, Magíster en Gestión del Talento Humano, asesora en procesos de recursos humanos, capacitadora y especialista en reclutamiento y selección de personal.
OpiniónAño Nuevo
Cuando Dios eligió la fragilidad
Dios sigue eligiendo nacer entre nosotros y en especial dentro de nosotros.
Cada año que pasa, cada decada que transcurre, siempre hablamos del nacimiento de el Salvador como una escena de mucha luz: visualizamos pastores, ángeles, cánticos, celestiales; pero pocas veces nos detenemos a hacer una pausa en lo verdaderamente impactante del acontecimiento: y esto es, que Dios no irrumpió el silencio con fuerza, sino a través de la vulnerabilidad. No eligió un trono magnánimo, sino un cuerpo, vulnerable, frágil; no una ciudad amurallada, sino un margen olvidado. El nacimiento de el Salvador no fue un espectáculo celeste, sino una interrupción silenciosa en la historia humana.
En este mundo actual, obsesionado por la grandeza, por el reconocimiento, Dios comenzó como un grano de mostaza, con algo pequeño. En un tiempo donde el poder se imponía con violencia, decidió hacerse dependiente, vulnerable, frágil. El mensaje no estaba solo en lo que Jesús diría después, sino en cómo llegó: necesitando brazos, abrazos, alimento, cuidado. Tal como lo anuncia el ángel: “No teman; miren que les traigo buenas nuevas de gran gozo… Hoy les ha nacido un Salvador” (Lucas 2:10-11). La buena noticia no fue una idea, fue una vida.
Ese nacimiento cambió la forma de entender lo humano. Si Dios asumió nuestra carne, entonces lo cotidiano, Sí, importa: el cansancio, la duda, el trabajo, la mesa compartida, las lágrimas. La fe dejó de ser una escalera para tener una mente escapista del mundo, al contrario, se convirtió en una manera de habitarlo, con sentido. “Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros“ (Juan 1:14). No nos habló desde una distancia estratosférica; decidió vivir dentro de nuestra historia, a la par nuestra.
El impacto del nacimiento de El Salvador, sigue siendo incómodo. nos recuerda que la esperanza no siempre llega envuelta en éxito, lo transformador suele nacer en silencio, apartado, en la clandestinidad; y que la dignidad humana no depende de la fuerza, sino del amor. Celebrar la Navidad, entonces, no es repetir una tradición, sino atrevernos a creer que incluso hoy, en nuestra fragilidad, Dios sigue eligiendo nacer entre nosotros y en especial dentro de nosotros.
¡Feliz Navidad!
Edwin Ibarra
Médico Especialista en Cardiología y Ecocardiografía. Coach, conferencista y entrenador certificado por el Programa de John Maxwell, Pastor de la Red de Empresarios y Profesionales de Iglesia Bethania Quetzaltenango. Fundador de los Proyectos “Sanando el Corazón” y “Discipulado Empresarial 20/20”.
OpiniónNavidad
Características de la salud mental
¿Sabe usted detectar a quién le falta salud mental?
El doctor le pregunta a la abuelita: “¿Doña Sara, cómo se encuentra hoy?” Y ella responde: “Yo estoy muy bien, este cuerpo es el que anda bien amolado”. Por supuesto que es posible que la salud mental esté bien, aunque la salud corporal esté mal.
Un buen termómetro de la salud mental es la felicidad. ¿Qué tan feliz se siente usted con su vida? ¿Qué tanto bienestar experimenta? ¿A pesar de los problemas que enfrenta a diario, se siente contento? El bienestar subjetivo es una de las características principales de una persona mentalmente sana.
Otra más es el ánimo, el entusiasmo, que se caracteriza por una fortaleza emocional para ocuparse de sus necesidades y las de los suyos, del cuidado personal y de los suyos; incluso cuida a los demás, en una medida. Contrariamente, una persona que carece de salud mental se descuida y descuida a los demás.
Otra característica es el esfuerzo por percibir la realidad lo más real posible, una actitud que le hace estar atenta a que sus interpretaciones del mundo que le rodea sean lo más fieles posible y, a la luz de nuevos datos, ir ajustando. Saber que en algunas cosas puede tener injerencia y en otras no. La aceptación de la realidad también es una característica principal, realidad que puede ser agradable o desagradable. La aceptación le hace tener tolerancia a lo desagradable y gozo de lo agradable.
Otra característica más es la sociabilidad, esa capacidad de entablar una relación armoniosa con los demás, con esas personas que piensan, sienten y gustan diferente, aceptándolos tal y como son, sin intentar cambiarlos. Apartando momentos para estar en familia, entre amigos, en pareja, en soledad.
También otra característica es la capacidad de resolución de conflictos, en este caso interpersonales, sabiendo que siempre hay desavenencias y malos entendidos. También saber alejarse de personas que le dañan.
Y una más es la resiliencia, que consiste en sobreponerse a incidentes que le desestabilizan, de ver las enfermedades, los accidentes, las pérdidas, las injurias, las violaciones a los derechos, como parte de la vida, que aunque se trate por todos los medios de evitar, algunas veces llega y entonces “toca afrontar”, sobrellevar y levantarse para continuar caminando. Incluso saber en qué momento pedir ayuda, porque lo que se está enfrentando desborda las capacidades personales.
Así es que trabajemos para fortalecer nuestras características de persona sana mentalmente. Mientras tanto, le dejo esta frase para que reflexione: “Para caminar feliz por la vida, no se trata de que no haya obstáculos, sino de saber sortear obstáculos”.
Oswaldo Soto
Psicólogo clínico con más de 25 años de experiencia, docente universitario, escritor de temas de salud mental.
Malestar social y salud mental
El malestar social, incluso los conflictos entre los pueblos, en nuestro país, no solo tienen una causa histórica, puesto que alguien no hizo bien las cosas en algún momento de la historia, y en el presente ya se nace con esa rivalidad (Nahualá y Santa Catarina Ixtlahuacán), sino una causa intrínseca gestada por una mediocre salud mental. A las causas históricas se les suman los intereses de ciertos grupos con fines particulares, y ahí están las consecuencias: heridos, desaparecidos y muertos.
El malestar de unas cuantas personas repercute en todo un país. La carretera Interamericana fue bloqueada y muchos pagamos los platos rotos de un conflicto de décadas, que ni siquiera los involucrados saben a ciencia cierta qué hacer, para evitar más muertes.
Pero también hay conflictos entre grupos y familias. En los pueblos, por muy chicos que sean, nunca faltan los conflictos de intereses entre unos y otros. Normalmente comienzan con una visión clara de lo que quieren, pero en el camino se suman otros intereses que desvirtúan los objetivos originales. Esto suele pasar dentro de la iglesia y dentro de las parroquias. Los principios epistemológicos sobre los cuales se fundaron algunos grupos son éticos, e incluso religiosos. Pero la ambición les ha cegado la vista, y ahora son grupos religiosos con líneas de acción propias de una ONG cualquiera. Y esto se vuelve una competencia interparroquial. Cada uno compite según sus antojadizos intereses.
Y no digamos las familias. Es común que muchas familias se dividan por una repartición de herencias. Todos los hijos e hijas quieren la mejor parte de las muchas o pocas posesiones que tienen sus padres, y se molestan porque consideran injusta la repartición que a los padres les ha parecido bien. Se demandan y llegan hasta los tribunales.
El panorama descrito es un reflejo de cómo estamos los que formamos la sociedad. Son síntomas de la descomposición social y moral existente en el seno de los hogares. ¿Hasta cuándo seguiremos así? Hasta cuando los padres de familia se pongan la mano en la conciencia y caigan en la cuenta de que los síntomas que padece una sociedad son un reflejo del clima malsano que se vive en los hogares.
Soy creyente de que, si se mejora el ambiente en las familias, automáticamente se verán las mejorías en diferentes espacios de la sociedad. El problema es que muchos padres de familia padecen de ceguera y sordera, es decir, no ven el caos que ellos mismos han provocado en sus familias.
Por lo tanto, hay que hacer algo por la salud mental de los integrantes de las familias. Fuera extraordinario que las familias comenzaran un proceso terapéutico familiar. Un proceso terapéutico sistémico sería el comienzo de la sanación de los trastornos familiares. La dificultad radica en que, por lo general, los integrantes de una familia no aceptan que todos necesitan ayuda. Es mucho más fácil culpar al otro por los trastornos que padece. Es más fácil percibir los síntomas en un miembro de la familia que en todos. Pero si en realidad se quiere mejorar la salud mental de los miembros de una familia, es indispensable tener humildad.
P. Orlando Pérez
Sacerdote católico, Licenciado en Teología, Licenciado en Psicología General, catedrático universitario, con una maestría en Docencia Superior Universitaria.
Réquiem para una Nochebuena de un año cualquiera
Diciembre llega como un jinete a saldar cuentas sobre los suspiros que dejamos partir de nuestra alma.
Una vez descubrimos el fuego y aprendimos a quemarnos. Dicen que el 99 por ciento de los incendios es prevenible, pero nadie nos advirtió que en ese 99 por ciento no aparecía nuestro nombre. Llega diciembre buscando fuego entre las cenizas de las horas, lo que queda de los días, lo que perdura de la noche. Y alguien reclama el tiempo en que estuvimos ausentes, buscando en otras formas de vaga existencia la vida que no quisimos vivir.
Diciembre llega como un jinete a saldar cuentas sobre los suspiros que dejamos partir de nuestra alma; a reclamar los besos y los abrazos que no nos atrevimos a sostener. Es entonces cuando la inoculación de la soledad entra en nuestras venas como una sustancia siempre desconocida, lenta, pero inexorable.
Alguien te dirá que seas feliz, que hoy es Nochebuena y que mañana es Navidad; que pronto será otro año y que pronto será primavera.
Mientras tanto, te limitarás a observar cómo cae la lluvia imprevista de Nochebuena sobre la ventana, preguntándote en qué momento todo cambió, y llegarás a la conclusión de que nunca ha parado de cambiar y que toda la poesía, aún es insuficiente, es lo único que nos queda para ponerle nombre a la ausencia.
José J. Guzmán
José J. Guzmán (Quetzaltenango, 1993). Licenciado en Comunicación Social. Más de 10 años de experiencia en medios de comunicación. Tiene un libro de poemas publicados: “La Escena Absoluta” (2012).
OpiniónNavidad
Nuestro presupuesto de ingresos y egresos 2026. Parte IV, final
Resumiendo este somero análisis al presupuesto de Ingresos y Egresos 2026 del Estado, los contribuyentes aportaremos 126 mil 800 millones 287 mil 853 quetzales —78% del total de presupuesto—, hay un saldo no ejecutado del año 2025 de 5 mil 417 millones 094 mil 804 quetzales, además se recuperarán otros ingresos de 51 millones 209 mil quetzales, entonces, nuestra disponibilidad será de 132 mil 268 millones 591 mil 657 quetzales, es decir, casi, el 80%; pero, lo que necesitan o lo que pidieron los tres organismos del Estado —legislativo, judicial y ejecutivo— son 63 mil 469 millones 328 mil 657 quetzales, estimado lector, podrá darse cuenta, nos hace falta 31 mil 200 millones 737 mil quetzales, ¿qué hacemos?, la Comisión de Finanzas Públicas y Moneda del congreso ya aprobó el dictamen y los diputados ya aprobaron el presupuesto, es decir, ya está cocinado. Tenemos que pedir prestado el 20% del presupuesto.
Estamos ante un círculo vicioso, la de nunca acabar. Leamos más despacio, el Estado necesita prestar, en 2026, 31 mil 200 millones 737 mil quetzales, sin embargo, en el presupuesto de egresos, el Estado está indicando que pagará 21 mil 368 millones 706 mil 634 quetzales para abonar a la deuda histórica —capital e intereses y comisiones—. Les explico más a detalle el pago a la deuda pública: Lo que realmente se pagará al capital serán 3 mil 383 millones 944 mil 700 quetzales, y el pago a intereses y comisiones será de 17 mil 984 millones 761 mil 934 quetzales; en otras palabras, de un quetzal, se pagarán 16 centavos a capital y 84 centavos a intereses y comisiones. ¿Señores diputados de la Comisión de Finanzas Públicas y Moneda, cómo es posible que, nuestro dinero se utilice para pagar más en intereses y comisiones que a amortizar al capital?
El dolor de cabeza no termina allí. Con bombos y platillos festejamos que, vamos a abonar a capital 3 mil 383 millones 944 mil 700 quetzales, pero, regresamos y entramos de nuevo al local del prestamista para pedirle 31 mil 200 millones 737 mil quetzales para darle sueldos, bonificaciones, combustible, viáticos, viajes, asesores a los funcionarios de los tres organismos del Estado, si no les damos esos gustitos, se enojan y no nos atienden bien. Estimado y honorable lector, ya se dio cuenta de que, nuestra deuda pública a finales del año 2026 aumentará 27 mil 816 millones 792 mil 300 quetzales. ¡Qué lamentable, qué manera de administrar —robar— nuestros impuestos!
Por eso insisto, lo reitero una y mil veces, usted y yo, debemos exigir el manejo y uso transparente, responsable y ético el dinero que reciben los CODEDES y COMUDES, porque, serán más de 10 millones más el saldo que no será ejecutado en 2025, lo que tendrán a la mano estas instituciones. Es inaudito, inaceptable y vergonzoso, en el presupuesto 2026, a los CODEDES y MUNICIPALIDADES les asignaron el 15% del presupuesto, mientras que, para pagar la deuda pública, —capital e intereses— se asignó el 20%.
La responsabilidad es compartida, lamentablemente hay poca ciudadanía y casi no la ejercemos, y cuando nos animamos a ejercerla, y, manifestamos nuestra indignación, el aparato perverso y corrupto del pacto de corruptos —MP, CSJ, CC— funcionan a la perfección y nos criminalizan, sin embargo, el futuro de nuestros hijos y nietos, está en nuestras manos y debemos defenderlo a cualquier precio.
Prefiero morir de pie que vivir de rodillas, no es una frase común, significa, vivir con dignidad, libertad y principios arraigados, enseñanzas de nuestros ancestros, en lugar de sobrevivir en sumisión, opresión, con la cabeza agachada ante la mirada del corrupto.
¡UNA NAVIDAD SIN PRESOS POLÍTICOS, LIBERTAD PARA LUIS, HÉCTOR, CHEPE, CAMPO Y CIENTOS DE EXILIADOS!
Arnoldo Soch Tzul
Contador Público y Auditor, asesor financiero y fiscal de pequeñas y microempresas, exalcalde comunitario, auditor social desde hace más de 25 años.
















